Pero en ese instante, ella levantaría la mirada. Y allí estaría él. A dos pasos, pero a años luz. Y aunque se estuviera volviendo loca en secreto, era obvio que él no iba a volver. Nada. No hubo nada. Ni un cruce de miradas ni un intento de sonrisa que la hicieran sentirse mejor. Y como dos desconocidos, se abandonaron. Nunca entenderé por qué.
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